domingo, 21 de marzo de 2010

Fantasmagoría.


A veces trozos de razón escapan por algún que otro vórtice de la mente, es cuando la imaginación da rienda suelta a sus dioses menores, después de esto pueden venir sabores de antiguos amores o dolores y horrores, a cargo de estos dioses menores se encuentra la fantasmagoría. Se trata de un conjunto de fantasías que pueden hacerte creer cualquier cosa, desde volar a controlar el universo, tener la precisión de un bello verso, la percepción de una buena prosa, la traición de un accidentalismo erroneo, el hundimiento mental de un filósofo con filosofía fallida, ideas que flotan en un ambiente contaminado, ir pensando de lado a lado en crear un apartado estado de hipnosis. Si alcanzas lo que es inalcanzable puedes hacer posible lo imposible como infinitivo en verbo conjugado en pretérito pluscuamperfecto, se puede prescindir del indicativo en situaciones que controlan las propias formas de los verbos. Si el futuro es controlado por la fantasmagoría entonces, no hay siguiente, solo una consecuente alegoría de la propia causa del método de su efecto; sería todo como los destrozos de un insurrecto en un sistema que oprime a sus componentes, actos y hechos agrios, varios sentimientos huidizos a la razón de la propia existencialidad humana. La pregunta sería ¿eres diferente o sigues a la fantasmagoría? Según la respuesta se consigue una propuesta interna que actúa como pilar de tu propio hogar, un altar construido por tus ideas el cual se sostiene con la quimera o quizás no, depende de la respuesta misma. La locura abre las puertas a la entelequia, a la intelectual presencia actual de tu mero ser, al persistir de los recuerdos en la memoria, al giro de la rueda de las moratorias que acaban por buscar tu ruina, al mezquino vacío del aire de los púlmones de un mendigo cuya realidad es su permanente persistencia como esencia y sustancia de vida. Cuando la fantasmagoría llame a la puerta de tus indisciplinas, pregunta por qué ha venido y luego sopesa las razones por las que debes abrirle o no la puerta. Todo se basa en decisiones tomadas o sin tomar, las que tomastes y tomarás.

Gracias. Carlos García Claros.

viernes, 5 de marzo de 2010

Infinito inaudito.


El infinito, cuántas veces hemos oido hablar de él, lo lejano en la distancia, el sobrepasar de los límites de nuestra mente, lo más lejano de nuestra imaginación, donde queremos llegar y sentir la experiencia de que nuestra existencia está arraigada en este mismo. Nuestros sueños de dormitares pasados y remotos en lo ignoto de la memoria anhelan con gran esperanza llegar al infinito aún, los cuales han recorrido distancias inimaginables para la propia razón humana pero que en semejanza con lo eterno del cosmos y el vacío de este, no es más que una millonésima parte del trayecto de aquí a lo desconocido. Sentimos la distancia incalculable cuando desde la ventana de nuestra hubicación física y terrenal observamos con firmeza una estrella perdida en el cosmos, la cual ha vivido largo tiempo en nuestro cielo pero que a la vez su presencia es hipotética en el pasar de los días; sentimos que estamos inmersos en una realidad ilusoria que se encuentra a una distancia ilimitada e inconmensurable. El infinito se encuentra en nuestra cercanía en todas partes, ya que lo más cercano a nosotros es la propia longitud eterna para la interminable distancia a lo indefinido, al propio inaudito infinito. Lo perenne solo se halla en nuestra visión irreal de algo que es tan grande como se quiere, tan inmenso que ni la propia medida del universo lo puede determinar; no empieza porque ya es antes del comienzo y no acaba porque será después del terminar, no hay principio y no hay fin, solo hay la existencia de este mismo como la propia ciencia de estudiar lo inagotable. Lo innumerable no es palpable por el ser humano, nadie a tenido innumerables riquezas o incontables ideas por enormes y abundantes que sean las mismas. Nadie conoce algo más que lo ingente o su opuesto, a no ser que pueda llegar a percibir cosas que los adyacentes del mismo no puedan ni llegar a vislumbrar. Entonces lo que debería hacer el individuo que vé más allá, es aportar una descripción a los que su vista les juega una mala pasada y no pueden llegar a divisar el horizonte que tienen delante de su propia vista o más bien enseñarles a cada uno de ellos como poder llegar a discernir su propia panorámica sobre todo lo que les rodea. Lo inmenso es como la aureola que nunca llegarás a tener pero que algún día por la bondad y la muestra de dádiva de tus actos podrás con gran esfuerzo conseguir y portarás tal preciado objeto. Para finalizar este texto sobre lo inextinguible, seré escueto, breve y conciso; el infinito inaudito es algo que llegaremos a tocar y sentir cuando estemos preparados para ello, te espero.

Esas dos últimas palabras quieren decir que te haré señales desde allá para que puedas alcanzar tal hábitat natural.

Gracias. Carlos García Claros.