Es otro de la cantidad de seres al igual que “El Inquisidor” que habitan en ocasiones en nuestra conciencia cuando hay algún problema creado y alimentado por el mal producido en la misma. El Nihílit de nada se fía ni en nada confía, ni en si mismo el cree, es un loco que a tu oído susurra. Muchos se han vuelto dementes al escucharle o definirlo, yo lo defino, pues ya con él acabé. Lo destruí con la consciencia de lo bueno, lo aconsejable y lo fiable. Le encanta la nada, pero no la nada de vacío en si, sino la nada en la aceptación, no aceptar nada, ya que él ni siquiera a si mismo se acepta. Encierra tu mente en una fuerza que solo se atrae a si misma, en un ciclo que es infinito hasta que tu corazón o tu alma diga lo contrario y no se deje apabullar por el pavor que por su boca exhala. Mente clausurada que en ti crea, si sigues con ésta nada, qué obtendrás fuera de tu ser más que nada. Él representa el exterminio de nuevos pensamientos, para su propia mente que no se “auto-cree” todo lo que crece más allá de la tierra estéril no sirve de nada, le encanta un campo recién arado y sin semillas que éste tenga con las que crecer. Si desarrolla su plan, incluso destruye parte de tu raciocinio, para el todo ha muerto, todo ha desaparecido; pues no se queda con nada de provecho, ni tampoco recicla las ideas de lo antiguo o lo nuevo, simplemente las desintegra. Ni lo bueno deja porque rebusca también en los escondrijos más ocultos; se ayuda del ejército del pensar desinteresado y falso renovado. Nihílit puede ser tu amigo, tu criado e incluso tu sirviente, pero nunca le dejes dormir en la vivienda en la que habita tu conciencia, ya que se tomará la libertad de repintar las paredes, cambiar tu mobiliario, influir en tu pensar y de ésta manera, cumplir su objetivo, cambiar tu percepción de la vida, cambiando incluso ésta forma de ver por nada.
Gracias. Carlos García Claros.