sábado, 12 de enero de 2013
Educación como un "esconderse"
Cuando en nosotros se produce el proceso de la enseñanza y aprendemos esa educación que las bases sociales nos imponen, nuestro ser es duramente y vilmente adoctrinado. Somos obligados a seguir esa superautopista del gentío y la masa, haciendo a nuestra memoria olvidar la miríada de caminos que existen fuera de las normas establecidas.
El niño es educado, de esa manera su mente que acomplejada de estímulos que ni sus propios progenitores le otorgan, queda atada a lo que la sociedad llama "lo correcto". Esta educación que nace de la hipocresía colectiva esconde ante nuestra mirada lo que realmente queremos expresar, ya que nos plantea muchos obstáculos ante el lenguaje gestual, verbal e inclusive emocional.
Dicha educación que nuestro alrededor nos ordena a aceptar fomenta la "alexitimia", que no es otra cosa que la incapacidad verbal para poder expresar las emociones que uno mismo siente. El fomento de este trastorno ocurre y se desarrolla al no poder llegar al interior de uno mismo, debido a que hay muchísimas capas de personalidad falsas sobre el ser verdadero. Estas capas, o al menos las primarias, arraigan en la infancia a través de la familia, la sociedad, las instituciones educativas y la propia relación con los demás, puesto a que ellos también pueden poseer esa cáscara o falso yo.
Rememorando el "Estado salvaje" que Rousseau expuso, podemos ver una vía de escape; en el sentido de "bajar del mundo" y volver a nuestra madre, la naturaleza. Esa madre que en su seno nos crió y hace mucho tiempo nos educó con su gran poder sin ocultamientos ni trucos.
Desgraciadamente, el poder de la naturaleza fue mermado y ahora el mundo es manejado por títeres inútiles que adoctrinan a la población con este "esconderse" y esa falsa "cortesía" a través de las ideologías, las creencias y la economía, valores inservibles y que pintan encima de lo que realmente sentimos y queremos verdaderamente expresar.
Moraleja 29: "Cuidado con los portadores de los falsos presentes y sus promesas rotas, ningún valor que no salga de ti mismo podrá servirte".
Gracias. Carlos García.
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