Empecemos a ver el mundo como un organismo aislado que flota en el cosmos, de una manera absoluta e inexorablemente objetiva, como si uno mismo no conociera la Tierra, como si jamás hubiéramos oído hablar de los mares y los océanos, de las montañas o de los valles. Solo teniendo en el punto de este detallado estudio a la especie humana; no como especie, tampoco como microorganismos de este gran todo, sino como concepto; sin matizar si quiera. Para nuestro asombro, veremos a un ser vivo, reducido, bajo la gran expectativa del entorno y el medio. Si enlazamos con esta idea, la del medio y el entorno, nos hallamos con una nefasta consecuencia que puede apreciarse en la forma violenta en la que el humano se adapta al medio de una forma totalmente innatural, cabe decir, inhumana, contraria a sí mismo.
Nacimos ya adaptados, antes de que naciéramos, todo estaba preparado y dispuesto, nuestro pequeño ser se veía envuelto en un ambiente en su mayoría artificial que podemos ver aún más antinatural conforme nos acercamos a las generaciones modernas y del primer mundo. Nos encontramos en un continuo envase al vacío, constreñidos por los problemas que nos hemos y nos han creado; si vemos la Tierra como un organismo único y rodeado de vacío espacial y materia oscura, no tendríamos que plantearnos la existencia de problemas. Las contrariedades están claras, cualquier dificultad creada en el hombre está relacionada de forma tácita con su manera de vivir y de subsistir; es decir, un obstáculo que se interponga ante nosotros en este sentido podría ser: la falta de dinero al estar sometidos a un sistema que requiere de él, la falta de comida, un desagrado total hacia las circunstancias, un aplastamiento de nuestros derechos humanos inalienables, falta de libertad, etc... Esto es en definitiva, cualquier cosa que viole nuestra integridad natural y que se adentre de una manera personal en nuestro "modus vivendi".
Si el problema lo creamos nosotros, lo normal es responsabilizarse uno mismo, y cuando me refiero a nosotros, es a cada uno, a nosotros mismos, y no a la raza humana en general. Si nos responsabilizamos de los impactos negativos propios de nuestra vida no tenemos por qué preocuparnos de ningún inconveniente que pueda aparecernos. Ahora bien, en el caso de más del noventa por ciento de la población humana mundial, los problemas no los crean ellos, sino el resto, es decir, la élite, la política del desencanto procreada por los poderes absolutos continentales y trasnacionales que dirigen los engranajes del sistema, a sabiendas de nuestro sufrimiento y por el mero hecho de instalarse en el poder total de una forma arrogante y egoísta.
Hemos sido criados en una granja, alimentados y cebados, pero no de bienes alimenticios, sino de ideas; de ideas falsas e inútiles, consumismo, economía, tipos de interés, todo ello crudo y sin aliñar. Las argumentaciones democráticas a estas alturas es el caldo de cultivo de la mediocridad, del control bipartidista y de la dualidad a la que el mundo nos ha sometido históricamente y socialmente desde que nacemos hasta que morimos. Vivimos en la era del fomento, la era del desarrollo, la era de la libertad, de la libertad de expresión, pero bajo unas ciertas condiciones, ciertas normas que nos son impuestas como carnaza social. Ya no somos personas, no somos individuos libres e independientes, somos masa; la cultura se ha decantado por el concepto de "masa", y desde ese punto de vista nos han asaeteado arrojados a consumir sin control todo tipo de basura sin ninguna utilidad, la misma basura inútil que según aquellos que pretenden el control de cualquier ente vivo productor de beneficio proyecta una supuesta vida mejor en la que coexistir de manera plácida y modernista.
Nos engañamos al pensar que consumimos, al contrario, nos consumimos nosotros mismos de una manera letal. Para la libertad no hacen faltas "peros" ni condiciones restrictivas, y aunque nos creamos libres, siento suponer que no lo somos. Ser libre es tener la opción de no depender del dinero ni del trabajo, de no tener la necesidad de pagar a plazos o de acudir al banco a pedir un préstamo. El sistema del dinero es incompatible con el ser humano, puesto que la vida no se puede comprar y así hemos sido tratados por los paradigmas de la historia, como mercancía que en época de crisis se vende al mejor postor, al más ávido sicario económico que venga a tragárselo todo.
Vivimos en una guerra del opio constante, sin embargo, aquí no se tramitan las situaciones con "estúpidofacientes", sino con algo de mucha más importancia, con el destino de vidas humanas y, por ende, con su futuro que se enturbia en negro a la hora de tomar medidas a medio-corto plazo. La constante "no hay alternativa" se hace cada vez más auténtica, y es una lástima que sigamos sometidos a los mismos bucaneros y creadores de geoterrorismo pirata a nivel planetario.
¿A quién podemos echarle la culpa de nuestra insuficiencia existencial y de nuestra profunda denigración? No hay presidentes, empresas, corporaciones o sociedades anónimas que puedan acarrear tanta culpa y castigo; el poder está tan difuminado que no podemos fijar la vista en alguien en concreto, tan disgregado como la concepción propia del sujeto que ahora es visto como una red. El poder no lo tienen los presidentes, ni los gobiernos, eso ya está enmohecido, se quedó lejos, allá arrinconado entre los escritos de Maquiavelo y su "Principe nuovo". Hay algo que nos supera, que dirige como ya sabemos "los hilos" y que decide a cada momento como poder alargar su proyecto de aniquilamiento incesante. Estamos bajo nuestras propias rejas, tenemos que ser conscientes de eso, ver más allá y tener conciencia de todo ello, puesto que el sistema no parará por ninguno de nosotros, ni el mundo vendrá a recogernos, ni si quiera a los más desvalidos. El vilipendio diario no tiene parangón, el índice bursátil marca nuestras existencias con afán de poder controlarlo todo.
Volviendo a la objetividad del asunto, a saber, al humano aislado, ese humano que acaba convirtiéndose en un creador de problemas, normalmente problemas de poca enjundia pero que afectan de manera voraz al resto de la sociedad, y convertidos en fichas de dominó pasamos nuestra mal actitud de nosotros, a todos los demás. Debemos entender que todos de alguna forma o manera estamos conectados a todos y que si alguien posee una lucha interna dentro de sí mismo, ello se hereda, y ese malestar se multiplica, cosa que viene bien y da ventaja a aquellos que nos llaman "pasta humana". No solo somos controlados por aquellos, sino que somos controlados ya por nosotros mismos, no necesitamos amo que nos fustigue, nuestra decadencia ya nos domina bastante bien, al igual que nuestro miedo.
Como ya escuché de la boca de un cantante poco conocido "aquellos que intentaron parar el tren salieron sin respirar por la puerta de atrás"; vivimos en un ininterrumpido cambio, en la novedad, al escuchar persistente del tweet, sumergidos en un cuadro salido del futurismo, rodeados de humo, máquinas y marionetas. Debemos construir y pensar un mundo más útil, y más práctico, dejando a un lado lo disfuncional y, por supuesto, olvidarnos de esas baratijas que creemos de lo más imprescindibles.
No tengo ni la más mínima, remota e ignota idea, del mundo que nos sobrevendrá, si realmente queremos cambiar, olvidarnos del precio mercantil de las cosas y tomar la justicia como se ha de tomar, sin dinero de por medio, adelante y yo el primero por la senda de la libertad. Si se ha de abandonar los modelos obsoletos no debemos de tratarlos como algo que realmente no nos valió la pena, es de buena moral echar la vista atrás y no reescribir la historia, y lógicamente nuestros fatales errores. Pero mientras tengan el poder "los hombres detrás de la cortina" y no nosotros, y tenga más importancia un papel o un contrato que una persona, estamos realmente jodidos.
Lo importante es dejar las creencias a un lado, Dios no tiene baza en este asunto, y menos cuando se habla de nuestra libertad, que pinta el aquí, no creo que pueda comer por mí, no creo que pueda sentir mi miedo, pues su misma idea en la actualidad mueve millones y mata a otros cientos. "Por sus actos los conoceréis", y créeme que los conoceremos, podemos ya palpar el aire de reptil caníbal de algunos políticos, de ávidas arpías con ansias de poder; la lucha ya es nuestra, somos mayoría, pero en nuestra contra, está nuestro propio ego, nuestra propia comodidad creada y ese sistema del Bienestar tan flemático que parece que cura nuestras heridas de guerra.
No hablamos desde la mente, desde el pensamiento, hablamos desde una cueva cuyos pilares son la ignorancia. Somos trogloditas como bien ya predijo Platón, jamás salimos de la cueva y cuando salimos de ella nos cortan las alas y la cabeza. Somos el fuelle que da aire a las ideas inhumanas que algunos proliferan en sus élites; es hora de abandonar la cueva, es hora de un replanteamiento a nivel global de la civilización, es el tiempo en el que lo sabemos todo, pero no sabemos nada, tenemos todo el conocimiento del mundo a nuestro alcance pero tememos toda la sabiduría del mundo, porque nos sobrepasa. Debemos acabar con las redes de poder, ese poder ultrarracional que se ha autoperpetuado durante siglos a través de linajes de sangre, esa misma sangre que asesinó a millares de nuestros antepasados en conflictos bélicos sin sentido y que aún siguen muriendo por una comunidad que no sabe realmente nada de ellos ni de sus inquietudes.
Tenemos que dejar nuestros criterios mundanos a un lado, y fomentar un clima más allá de las dificultades insulsas que adornan y mancillan nuestra vida. Porque debemos comprender que disponemos solo de una vida, y no de dos o tres, y que nuestra consciencia permanecerá el tiempo que nosotros mismos decidamos; sobre nuestra mente nada se puede decir que provenga del exterior de ella, al menos, que sepamos.
Nos engañamos al pensar que consumimos, al contrario, nos consumimos nosotros mismos de una manera letal. Para la libertad no hacen faltas "peros" ni condiciones restrictivas, y aunque nos creamos libres, siento suponer que no lo somos. Ser libre es tener la opción de no depender del dinero ni del trabajo, de no tener la necesidad de pagar a plazos o de acudir al banco a pedir un préstamo. El sistema del dinero es incompatible con el ser humano, puesto que la vida no se puede comprar y así hemos sido tratados por los paradigmas de la historia, como mercancía que en época de crisis se vende al mejor postor, al más ávido sicario económico que venga a tragárselo todo.
Vivimos en una guerra del opio constante, sin embargo, aquí no se tramitan las situaciones con "estúpidofacientes", sino con algo de mucha más importancia, con el destino de vidas humanas y, por ende, con su futuro que se enturbia en negro a la hora de tomar medidas a medio-corto plazo. La constante "no hay alternativa" se hace cada vez más auténtica, y es una lástima que sigamos sometidos a los mismos bucaneros y creadores de geoterrorismo pirata a nivel planetario.
¿A quién podemos echarle la culpa de nuestra insuficiencia existencial y de nuestra profunda denigración? No hay presidentes, empresas, corporaciones o sociedades anónimas que puedan acarrear tanta culpa y castigo; el poder está tan difuminado que no podemos fijar la vista en alguien en concreto, tan disgregado como la concepción propia del sujeto que ahora es visto como una red. El poder no lo tienen los presidentes, ni los gobiernos, eso ya está enmohecido, se quedó lejos, allá arrinconado entre los escritos de Maquiavelo y su "Principe nuovo". Hay algo que nos supera, que dirige como ya sabemos "los hilos" y que decide a cada momento como poder alargar su proyecto de aniquilamiento incesante. Estamos bajo nuestras propias rejas, tenemos que ser conscientes de eso, ver más allá y tener conciencia de todo ello, puesto que el sistema no parará por ninguno de nosotros, ni el mundo vendrá a recogernos, ni si quiera a los más desvalidos. El vilipendio diario no tiene parangón, el índice bursátil marca nuestras existencias con afán de poder controlarlo todo.
Volviendo a la objetividad del asunto, a saber, al humano aislado, ese humano que acaba convirtiéndose en un creador de problemas, normalmente problemas de poca enjundia pero que afectan de manera voraz al resto de la sociedad, y convertidos en fichas de dominó pasamos nuestra mal actitud de nosotros, a todos los demás. Debemos entender que todos de alguna forma o manera estamos conectados a todos y que si alguien posee una lucha interna dentro de sí mismo, ello se hereda, y ese malestar se multiplica, cosa que viene bien y da ventaja a aquellos que nos llaman "pasta humana". No solo somos controlados por aquellos, sino que somos controlados ya por nosotros mismos, no necesitamos amo que nos fustigue, nuestra decadencia ya nos domina bastante bien, al igual que nuestro miedo.
Como ya escuché de la boca de un cantante poco conocido "aquellos que intentaron parar el tren salieron sin respirar por la puerta de atrás"; vivimos en un ininterrumpido cambio, en la novedad, al escuchar persistente del tweet, sumergidos en un cuadro salido del futurismo, rodeados de humo, máquinas y marionetas. Debemos construir y pensar un mundo más útil, y más práctico, dejando a un lado lo disfuncional y, por supuesto, olvidarnos de esas baratijas que creemos de lo más imprescindibles.
No tengo ni la más mínima, remota e ignota idea, del mundo que nos sobrevendrá, si realmente queremos cambiar, olvidarnos del precio mercantil de las cosas y tomar la justicia como se ha de tomar, sin dinero de por medio, adelante y yo el primero por la senda de la libertad. Si se ha de abandonar los modelos obsoletos no debemos de tratarlos como algo que realmente no nos valió la pena, es de buena moral echar la vista atrás y no reescribir la historia, y lógicamente nuestros fatales errores. Pero mientras tengan el poder "los hombres detrás de la cortina" y no nosotros, y tenga más importancia un papel o un contrato que una persona, estamos realmente jodidos.
Lo importante es dejar las creencias a un lado, Dios no tiene baza en este asunto, y menos cuando se habla de nuestra libertad, que pinta el aquí, no creo que pueda comer por mí, no creo que pueda sentir mi miedo, pues su misma idea en la actualidad mueve millones y mata a otros cientos. "Por sus actos los conoceréis", y créeme que los conoceremos, podemos ya palpar el aire de reptil caníbal de algunos políticos, de ávidas arpías con ansias de poder; la lucha ya es nuestra, somos mayoría, pero en nuestra contra, está nuestro propio ego, nuestra propia comodidad creada y ese sistema del Bienestar tan flemático que parece que cura nuestras heridas de guerra.
No hablamos desde la mente, desde el pensamiento, hablamos desde una cueva cuyos pilares son la ignorancia. Somos trogloditas como bien ya predijo Platón, jamás salimos de la cueva y cuando salimos de ella nos cortan las alas y la cabeza. Somos el fuelle que da aire a las ideas inhumanas que algunos proliferan en sus élites; es hora de abandonar la cueva, es hora de un replanteamiento a nivel global de la civilización, es el tiempo en el que lo sabemos todo, pero no sabemos nada, tenemos todo el conocimiento del mundo a nuestro alcance pero tememos toda la sabiduría del mundo, porque nos sobrepasa. Debemos acabar con las redes de poder, ese poder ultrarracional que se ha autoperpetuado durante siglos a través de linajes de sangre, esa misma sangre que asesinó a millares de nuestros antepasados en conflictos bélicos sin sentido y que aún siguen muriendo por una comunidad que no sabe realmente nada de ellos ni de sus inquietudes.
Tenemos que dejar nuestros criterios mundanos a un lado, y fomentar un clima más allá de las dificultades insulsas que adornan y mancillan nuestra vida. Porque debemos comprender que disponemos solo de una vida, y no de dos o tres, y que nuestra consciencia permanecerá el tiempo que nosotros mismos decidamos; sobre nuestra mente nada se puede decir que provenga del exterior de ella, al menos, que sepamos.