sábado, 22 de diciembre de 2012

Discípula de Eros


Una chispa que se crió entre mis endorfinas dio paso a un latir distinto en mí, un latir distinto por ti. Me sumerjo en una profundidad insondable, una magia casi infinita, un mar de sándalo que clama por la calma de mis delirios. El dolor se esfuma en cuanto te miro, las tinieblas se ponen a mis pies, pues no hay motivo por lo que seguir sumiso a ellas.

Discípula de Eros, me has enseñado lo débil que es la tristeza, también lo trémulo que es el dolor. Lo inefable de tu ser me llama, en una atracción que mi mente difícilmente puede evitar. No quiero, que tú, alumna de Eros, aceptas de mí algo equívoco, pues lo que deseo darte es sencillo, tan sencillo que lo complejo se esfuma a cual espejismo, como a nosotros nos gusta. Su sencillez mora en la llave de la casa que mi cariño y afecto te aporta. Tan simple como amor en acto, inmaculado, claro y distinto.

El tiempo emitirá sonidos y hablará, estoy dispuesto a esperar, prefiero esperar por ti y por mí, que desesperar. Si he de hablarte de tus caricias no puedo ni nombrarlas, pues solo Afrodita, Magna diosa del amor, podría definirlas.

Discípula, también tengo que agradecerte esta “ataraxia” que en mí has traído, una tranquilidad que amansa tempestades, que hace de lo estéril lo fértil y que en mi mano crea un culto y un tributo al dios Dionisio que esta situación ha concebido entre dulces vasos de ambrosía. Ese licor divino que es tu sonrisa que embriaga toda cosa antes de que Orfeo encante el espacio con las notas de su lira.

Atenea quema sus naves a las puertas de Creta, y Minos observa desde su palacio este sentir mío, que despacio cautiva sus ideas. No hay guerra, solo una enorme paz que como luz todo lo llena; cambia la historia e Ícaro logra salir del laberinto. Con estas letras pinto en tu cara una sonrisa, la mejor premisa para una felicidad en ti conclusiva.

En clave griega me expreso, pues este sentir no es de esta época, trasciende el espacio y el tiempo, porque al verte “eudaimonía” siento. Las bellezas que en ti llevas y que Zeus ha puesto, jamás por nadie serán arrebatadas, son incorruptibles, es puro “nous” procedente de lo que a ti y a mí nos hace uno.

Te quiero porque existes, por la profunda fuerza que portas, por tu belleza interior y tu agradable pureza exterior. Eliminaste de mí todo dolor dándome algo precioso, Eros, amor.

Moraleja 28: "De lo más recóndito de la vida aparece alguien que te hace ver lo sutil mucho más importante que lo tosco"

Gracias. Carlos García.

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