viernes, 13 de septiembre de 2013

Manifiesto de la Obsolescencia


No me importa si realmente tus ojos y tu mente siguen estás letras, en cien años estarán obsoletas, al igual que todo lo que a tu alrededor observas. Será antiguo, valioso, preciado, querido, pero el vertiginoso ritmo social empujará a todos esos artilugios al abismo infinito. 

Todo movimiento pasado, basado en ideales ha muerto o se ha podrido con la corriente sulfúrica del tiempo. Murieron tantos por la ideología que sus ansias perseguía, y ¿para qué? ¿De qué sirve una generación muerta que en un rincón polvoriento de la historia su piel dejó? Otro detalle que por añadidura obsoleto queda. Lo mediocre siempre ha existido, muchos lo critican, lo difaman, lo increpan, pero, ¿realmente saben qué es lo mediocre? Seguramente en sus elucubraciones filosóficas y charlas de cierto prestigio, crean ver un atisbo de lo que ello es; pero el problema es que siguen sin verse a sí mismos.

Cualquier idea que sesgue una vida, no merece existir. Las ideas se van cubriendo de mugre y en un último suspiro por vivir, enmudecen en la obsolescencia. Muchos progresos lleva el hombre a sus espaldas, pero tras esos avances técnicos y de cualquier variante, también se esconden la miseria, la podredumbre y la cara más oscura del ser humano. Luego nos culpamos, y por supuesto, nos quejamos e irritados pensamos que el mundo es un gran vertedero movido por beneficios especulativos y tipos de interés. 

Se molestan y muestran en las calles esas obsoletas manifestaciones y pancartas pútridas a favor de esto y lo otro, o en contra de aquello y de lo de más allá; y vuelven a casa con esas satisfacción de haber agregado bondad y luz al mundo, pobres ilusos. Con gritos repetidos creen que dan fuerza al pueblo, mientras el pueblo también es el banquero y, por supuesto, aquel que en el cajero duerme. 

Culpan a esos políticos de estafadores y corruptos, el problema es que realmente lo son. Sin embargo, el poder no está ahí, ni en el presidente, ni en los dirigentes de los grandes países del planeta, no. El poder se oculta como un ilusionista y juego con las personas como si naipes de prestidigitador se tratara. La sabiduría al parecer aún persiste a esa obsolescencia y a este vaivén de calamidades, gracias a una gran minoría que jamás prosperará en la cultura de la incultura. 

Rodeados de información, de cámaras de televisión, radios, móviles, redes cinéticas, conexiones instantáneas, preparación, conocimiento, inteligencia y muchas cosas más; pero el humano aún se pregunta qué es la vida, qué es la muerte, qué es el amor y qué es la verdad. Es agridulce, gracioso y triste al mismo tiempo, que unas sociedades tan avanzadas comentan delitos tan penosos e insulsos. 

Los tabúes son los primeros que deberían caer, pero sin embargo, se imponen. Al haber tabúes, jamás puede haber revoluciones, puesto que jamás se evoluciona; por ello nos encontramos en una recesión de índole zoológica que nos está arrebatando lo más preciado, nuestra vida, la respuesta a la pregunta ¿por qué vinímos aquí?

La guerras ya serían obsoletas si no fuera por esos intereses que carcomen a las naciones y a sus absurdos presidentes sin poder alguno. Los países ya no existen, el poder no se centraliza, sino que se divulga y se confunde. Las entidades son solo símbolos, pero quedan inservibles como la desalojada tumba de un faraón al descubierto; mientrastanto la justicia ciega y coja inclina la balanza hacia el lado donde el dinero más pese. 

La confusión que desde la época antigua del "Divide et impera" se instaura sobre la borreguiza disocia cualquier tipo de sublevación llevada a cabo, ideada o inventada. Queda obsoleto la violencia legítima hacia cualquier ser, ¿dónde creen que estamos? ¿En Sumeria bajo el Código de Hammurabi? Los tiempos cambian pero la misma mano negra que controlaba el mundo antiguo sigue con sus hilos perpetrando el desfallecimiento del moderno. 

Obsoletas son las modas que imponen el corte de la tijera del ser que se nos clava en nuestro ser, destruyendo esos defectos que nos hacen únicos, y esa creatividad que se nos negó que en su día y aún hoy crea el arte y la belleza. El cambio de paradigma es un salto cualitativo hacia un futuro jamás utópico, la creencia de que alguna ideología es utópica es la mentira que nos han hecho creer para no tentarnos a realizar tal sueño.

¿Qué más obsoleto debe quedar? Sino todos los actos inmorales que como seres de consciencia despierta debemos mitigar y hacer desaparecer. Los maestros y predicadores quedan fuera, la obsolescencia también les llegó, cada uno puede ser maestro de sí mismo sin necesidad de someterse a una doctrina inamovible por el resto de sus días.

Todo pensamiento cerrado y dividendo del resto también es inútil, al igual que un pensamiento único que dejaría sin visión al mundo entero; en este sentido deberíamos aprender mucho del Tao y el equilibrio, cosas que nos han sido negadas desde que vimos la primera luz del mundo.

Moraleja 40: "La Obsolescencia marcará los pasos, la humanidad seguirá los mismos".

Gracias. Carlos García.

martes, 3 de septiembre de 2013

20 años de vueltas solares.


Dicen que veinte años no es nada, poco para muchos pero para mi es mi vida entera. He conocido el amor, así como el dolor bien distanciado de él, la melancolía más brava que quizá dentro de otros veinte años sea la más barata. He aprendido a besar, a saber enfadarme, a jugar y a saber cuando parar; he visto también a mi cuerpo madurar y he sabido cobijar al pensamiento pueril e inocente que engalana el niño interior que dentro llevo.

Aprendí a amar y a perfeccionar ese tipo de sentimiento, todo para darlo, como recibirlo y claramente, hacerlo. He confrontado juicios dolorosos que se hundían en mi como la metralla de guerra verbal más iracunda, me sometí a muchas pruebas, he sabido engordar y adelgazar, así como querer e intentar no despreciar.

He sido rechazado y también aceptado, repudiado por algunos que sin motivo o con los suyos me increpaban, y querido por muchos que con abrazos mis brazos han recibido. He conocido más gente de la que he olvidado, he notado apoyo a mi lado y también desgraciadas puntiagudas zancadillas.

Media vida he escrito y más que hubiera podido y deseado habiendo borrado largos parones esquivos, también hubiese progresado más aún de lo que ahora ya soy en este campo; pero el hombre no es carpintero de una herramienta sola y no voy a desperdiciar mi vida comentando errores y fallas del pasado. 

He estudiado mucho, pero nunca lo innombrable, cada hora de estudio ha sido acompañada por festejos que marcan el dial de lo lindo a lo denigrante. Amistades he entablado, algunas de ellas cayeron en un tenue pero gustoso recuerdo resumido en un momento, que engarza años de mutuo conocimiento, ya fuera en instituciones y facultades o en un banco de algún parque.

He despedido a familiares y dado la bienvenida a otros, he aprendido a vivir haciéndome fuerte por momentos sin jamás ser insensible, ya que siempre que mi cuerpo y mente eran fortalecidos por la experiencia, sabía que amor y verdad existían, que no se han de confundir ni de manchar con otros sentimientos menos ilustres.

Lo mejor es que algún día diré que veinte años no es más que nada y leeré este texto tan humilde como el polvo.

Moraleja 39: "Los años pasan al mismo tiempo que la materia de la que estamos hechos se encamina a la podredumbre, pero las experiencias quedan marcadas en el tiempo infinito".

Gracias. Carlos García.