lunes, 21 de octubre de 2013

Guiño de rabia


Ese momento en el que tu mentón se endurece y ni una pequeña brisa de oxígeno pasa entre tus cerrados dientes, es algo que podrás recordar siempre. Mi temperamento no es grave, pero un desamor que procede de ninguna parte puede matar a cualquiera.

Mi rabia, pensada que había sido defenestrada de las estancias de mi alma, resurgió en un mísero segundo que no quería compartir y no lo hice. Un amor no hecho, un querer vengado no nato que por daño externo de terceros ha de ser vendado y restaurado, sin pensar en consecuencias alternas y desfachateces propuestas.

Podría hacer sus nubes del cielo de caramelo dulce como su sonrisa si quisiera, hacer su corazón fuerte destrozando toda espina que vaya con intención de hacer futura herida. Pera esa no es la cuestión, el problema es la pasión desenfrenada retenida, esta doctrina sin sabor, estas postura analógicas de nada y ese sentir dañado que sigue molestándome aunque no sea mío.

Esta empatía absoluta ya raya lo grosero, insulso yo si sigo adelante con esta patraña que jamás será mentira. La rareza gana a lo cotidiano, pero no sé si la rareza es el dolor que ella pueda sentir, o lo cotidiano es esa desesperación de querer besarla y por principios de quién sabe dónde, no hacerlo. 

No sé si esto es una absurda broma o alternancia entre amor, amistad y abandono, y es una molestia no poder averiguarlo, puesto que entre incertidumbres a veces ando y ahora con este guiño de rabia mis deleites van escaseando. El dolor ajeno no duele, pero molesta, como un trocito de concha bajo tu pie en la playa; y cada vez me conciencio más de que da igual lo que haga, lo que escriba, o lo que diga si ella solo podrá seguir siendo amiga, muy buena, pero amiga.

Moraleja 41: "Los sentimientos buenos siempre pueden ser recordados, pero los malos están también al acecho tras el velo de la memoria".

Gracias. Carlos García.

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