jueves, 20 de enero de 2011
Tener que esperar para tener una charla trascendental.
Para charlar seriamente y de verdad hay que esperar, parece que están de moda las banalidades, a todas edades. A veces se hablan de cosas aparentemente filosóficas e importantes, pero miras más a fondo y terminan siendo muy superficiales y no tienen volumen alguno, esto quiere decir que son planas, conversaciones triviales sin profundidad. Algo plano no puede tener cavidades en las que guardar las cosas verdaderamente importantes, entonces la conversación desde un punto más, desde el saber, no hay nada que llame de verdad la atención, entonces nada interesa. Si no hay atención ni intención, no se escucha, quizás solo se oiga pero todo eso podría ser evitado, poniendo una sublime escucha a lo que se diga, si realmente interesa. Si algo que se dice en una charla ordinaria roza tu interés, entonces deberías hacerlo tuyo, pero no utilizarlo, porque sino se ensuciaría con el tiempo, no reluciría con la luz de la extraordinariedad y paulatinamente perdería su significado. Algo nuevo puede ser tomado de dos formas, la manera más habitual y la primera reacción tanto consciente como subconscientemente de nuestra mente en la mayoría de los casos es tener miedo, temor y pavor, por ello rechazamos inminentemente esa maravillosa oferta aún no vista de conocer y mejor aún, saber que es y de que trata algo nunca visto. La segunda de las formas es zambullirse de lleno en ese pensamiento, pisar el charco y no tener miedo, saber la profundidad que éste tiene, interesarse y hacer preguntas, volver a tener en ese momento la inocencia de un niño que cuestiona, para saber más sobre algo desconocido y que incluso no sabías ni que existía. En base a esto, la más satisfactoria sería la segunda opción ya que es una factoría de libre sabiduría. Pero la ignorancia es como un buen sofá que nos invita al descanso, a la comodidad y al hedonismo; en cambio la sabiduría según la mente parece ser una cama de pinchos de un faquir, un martirio que te señala como ser inferior, como ignorante, como estúpido por no saber, pero no hay problema, comienza a saber entonces, con la sabiduría obtendrás una vista infinita. Sé cobijo y fábrica de saber y no un almacén de conocimientos, no conozcas, salta del conocimiento vulgar al excelente saber y disfruta de la nueva forma que toma tu conciencia.
Gracias. Carlos García Claros.
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