miércoles, 9 de noviembre de 2011
Creída libertad. (Triología del Cautiverio III)
Un sentimiento de indignación total brota de mis poros últimamente. Parece ser que dicha indignación había sido guardada en un trastero del corazón, pero lo que se acumula allí luego llama la atención de uno mismo. Una fuerza casi insondable me atraviesa como si fuera una espada o un sable. Estoy cansado de la manipulación constante a la que se nos impone desde la sombra más oscura y secreta de lo gubernamental. ¿Cómo puede el ser humano vivir en engaño? He ahí la pregunta ¿somos libres? o ¿vivimos en libertad? Daremos siempre una respuesta afirmativa o negativa a estas preguntas referentes a nuestra libertad como ser humano, podremos exponer justificaciones o anotaciones junto a dicha respuesta; pero se ha de pensar que si el ser humano fuera realmente libre, esta pregunta no sería formulada, ni siquiera se sabría de la existencia de esta pregunta, ni tampoco se conocería su significado, ya que lo estaríamos viviendo de forma inalienable a nosotros mismo y lógicamente seríamos realmente libres. La diferencia entre la creída libertad que vivimos y la verdadera libertad, es enorme. Debemos tomar consciencia y liberarnos del cepo del engaño proveniente del engaño mismo creado en la oscuridad. Nuestro pasotismo colectivo e inactividad de la acción del ser alimenta el control indigno que manipula nuestra forma de ser. El mal que se esconde tras figuras políticas que son simples marionetas nos transforma entrando en nosotros desde nuestra inconsciencia, la única forma de librarse del cautiverio es darse cuenta de que se es cautivo, despertar la consciencia para ser conscientes de todo lo que nos rodea, por minúsculo que sea algo no quiere decir que no importe nada, el universo solo crea cosas útiles, herramientas y formas de vida. La esperanza de los más hábiles les guía hacia la salida del engaño, hacia la salida de la libertad y hacia la salida del verdadero libre albedrío.
Así acaba esta Triología del Cautiverio, el cautiverio humano que todos hemos de destruir.
¡Viva la verdadera libertad!
Gracias. Carlos García Claros.
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